MARCO TECTÓNICO
El Sistema Ibérico es una gran estructura intraplaca formada durante la orogenia Alpina. Esta orogenia, resultado de la colisión de la placa ibérica con la placa euroasiática y africana a lo largo del Cenozoico, generó un campo de esfuerzos compresivo responsable del levantamiento de las dos mayores cadenas montañosas de la península ibérica, los Pirineos y las Béticas respectivamente. Entre estas dos cadenas se localiza el Sistema Ibérico, que resultó del levantamiento y plegamiento de las cuencas mesozoicas extensionales (inversión tectónica) existentes en esta región centro-oriental de la Península.
Aunque es una unidad tectónica independiente, comparte edad y origen con la cordillera Costero-Catalana. El paso de una a otra de se da a través de la llamada zona de Transición o Enlace donde interfieren las estructuras ibéricas (NO-SE) y las costero-catalanas (NE-SO). Esta zona de transición se extiende aproximadamente desde la zona norte del Maestrazgo al sur y la sierra de Tivissa al norte.
Tras su levantamiento, el sistema pasó a estar dominado por un régimen extensional ligado a la apertura del surco de Valencia. El rift que conforma el surco de Valencia tiene continuidad hacia el norte adentrándose en la Europa continental, comenzó su apertura en el Mioceno y es responsable de la actual posición de las islas de Córcega y Cerdeña, así como de la Illes Balears. Aunque en un primer periodo la tectónica extensiva dominante de la región era en dirección ESE-ONO, la actual fase de subsidencia térmica en la que se encuentra el surco de Valencia genera un campo de esfuerzos más complejo multidireccional.
Durante este régimen extensional se formaron nuevas cuencas neógeno-cuaternarias en las que se identifica un número significativo de fallas normales que muestran evidencias de actividad acumulada durante épocas recientes e incluso sismicidad instrumental asociada. Entre las cuencas de la zona central, caracterizadas por fallas con orientación NO-SE a N-S, destacan la cuenca de Teruel, dominada por el sistema de fallas de El Pobo y la falla de Teruel, la cuenca de Calatayud, delimitada por fallas como la de Vicort, Munébrega y Daroca, y la más reciente cuenca de Jiloca, limitada al este por tres fallas normales ‘en-échelon’, Calamocha, Sierra Palomera y Concud.
Sin embargo, en la región oriental del Sistema Ibérico las fallas normales presentan una orientación predominante NE-SO. El mejor ejemplo es la zona litoral del Maestrazgo donde se encuentran numerosas fallas activas, como las de Amposta, que constituyen la prolongación meridional del sistema de fallas de la cordillera Costero-Catalana. También es reseñable el entorno de la ciudad de Valencia donde se conocen varias fallas activas con sismicidad asociada y en este caso están afectadas por un régimen tectónico más complejo por la influencia del Sistema Bético oriental aportando una componente transpresional al sistema. En este conjunto de fallas destacan las fallas de Cullera de orientación NO-SE a NE-SO.
Así pues, el Sistema Ibérico es una zona intraplaca con un grado de deformación moderado, caracterizada por fallas normales activas de orientaciones que varían de NO-SE a NE-SO con movimientos lentos (rara vez superan 0,1 mm/año).
DESCRIPCIÓN REGIONAL Y CONTEXTO GEOLÓGICO
En esta región se incluye tanto el Sistema Ibérico como la zona sur del surco de Valencia.
El Sistema Ibérico es una alineación montañosa de más de 400 km de longitud y una anchura media de aproximadamente 100 km. Se extiende en dirección NO-SE desde el extremo centro-oriental de la provincia de Burgos hasta el litoral mediterráneo de la Comunitat Valenciana, enlazándose con la cordillera Costero-Catalana en su extremo meridional a través de El Maestrazgo. Este sistema constituye la divisoria natural entre tres de las grandes cuencas hidrográficas peninsulares (Ebro, Duero y Tajo).
Está formado por dos ramas principales separadas por la cuenca de Almazán, la aragonesa y la castellana. A su vez, la rama aragonesa se divide en dos alineaciones paralelas que quedan separadas por la cuenca de Calatayud. Sus cimas más altas alcanzan los 2000 m de altura siendo su pico más alto el Moncayo con 2315 m.
El Sistema Ibérico enlaza en la costa mediterránea con el surco de Valencia, cuenca marina que se extiende desde Valencia hasta Girona y hacia el mar incluyendo las Illes Balears.
Desde el punto de vista geológico esta región presenta una alta variedad de litologías de un amplio rango de edades. Aunque los materiales más antiguos son de edades precámbricas, son las rocas paleozoicas (granitos y rocas metamórficas) las que conforman el zócalo (basamento varisco) sobre el que se dispone la cobertera sedimentaria principal de forma discordante. Estas rocas sedimentarias incluyen series mesozoicas, fundamentalmente carbonáticas, con espesores que llegan a alcanzar los 5 km y series cenozoicas mayoritariamente de tipo clástico.
SISMICIDAD HISTÓRICA E INSTRUMENTAL
La sismicidad en esta zona puede considerarse como baja a moderada, con la ocurrencia de algunos terremotos históricos destructivos. Los epicentros se concentran en su mayoría en el sector suroriental y en el noroccidental de la cordillera, habiendo también cierta sismicidad dispersa en la zona central. Se trata de una sismicidad cortical superficial (profundidades < 25 km), con hipocentros localizados principalmente entre 5-15 km de profundidad. Los mecanismos focales disponibles en la zona, aunque escasos, son consistentes con el régimen extensivo actual y predominan los de tipo normal.
En el catálogo histórico, en la región norte y centro de la cordillera Ibérica, podemos destacar el terremoto de 1817 en Prejano (La Rioja) con intensidad máxima de VII-VIII y los terremotos de 1848 en Orihuela del Tremendal (Teruel) y de 1912 en Cimballa (Zaragoza) ambos sentidos con intensidad máxima VI-VII y una magnitud estimada superior a 5,0. Así mismo, en esta zona, también han ocurrido varios terremotos históricos de magnitud estimada ligeramente inferior a 5,0 e intensidad máxima de VI. En el sector sureste, ya en contacto con la parte más nororiental de las Béticas, hay catalogados importantes terremotos históricos destructivos que alcanzaron una intensidad de IX y magnitud estimada superior a 6,0 en la provincia de Valencia, como el de 1396 en Tavernes de Valldigna, que produjo el hundimiento de centenares de casas en Tavernes, y el de 1748 en Estubeny, que destruyó completamente las poblaciones de Montesa, Sellent y Estubeny. Otros terremotos destacados con magnitud estimada superior a 5,0 son los de 1598 en Oliva con intensidad máxima de VII-VIII, y los de 1724 en Gandía y 1872 en Carlet con intensidades en torno a VII.
En época instrumental, en la zona norte, destaca el terremoto de 1929 en Turruncún (La Rioja) con intensidad de VI-VII y magnitud M5,2, así como varios terremotos de magnitud ligeramente superior a 4,5 sentidos con intensidades máxima entre VI y VII, como los de 1929 en Motilla Palancar (Cuenca), 1953 en Used (Zaragoza), o 1961 en Aguilar Rio Alhama (Logroño). Sin embargo, en la región sureste de la cordillera, no se han registrado terremotos significativos en los últimos 100 años. No obstante, cabe citar cierta sismicidad en el mar, en el golfo de Valencia, donde destaca la serie sísmica de 2003 con un terremoto de magnitud máxima M4,2 sentido con intensidad de IV. Más recientemente, al suroeste del Sistema Ibérico, destacan los terremotos de 2007 en Pedro Muñoz (Ciudad Real) y de 2015 en Ossa de Montiel (Albacete) ambos de magnitud M4,7 y sentidos con intensidad máxima de V.